El ejercicio recetado aumenta la actividad física en las mujeres de mediana edad


Según los resultados de un estudio aleatorizado comparativo publicado en el número Online First del 12 de diciembre del BMJ, el ejercicio recetado puede aumentar la actividad física y la calidad de vida en las mujeres con edades comprendidas entre los 40 y los 74 años.

Beverley A. Lawton, de la Universidad de Otago en Wellington (Nueva Zelanda) y sus colaboradores señalan que “las intervenciones de ‘ejercicio recetado’, que implican un consejo por escrito de un profesional sanitario a un paciente para que sea más activo físicamente, se han empleado con éxito desigual. El programa de ‘prescripción verde’, ampliamente implementado en la atención primaria en Nueva Zelanda, ha demostrado producir mejoras considerables en los niveles de actividad física y de calidad de vida entre adultos ‘relativamente inactivos’ (que no realizan los 30 minutos recomendados en al menos cinco días de la semana) con edades comprendidas entre los 40 y los 79 años en atención primaria durante un período de 12 meses. La intervención de prescripción verde es rentable y produjo un aumento del 10% en el cumplimiento de la actividad física entre aquellos que recibieron la intervención comparados con el grupo de control”.

El objetivo de este estudio fue evaluar la eficacia de un programa de ejercicio recetado en atención primaria durante un período de 2 años en mujeres relativamente inactivas, con edades de entre 40 y 74 años, que no cumplían los 30 minutos recomendados de actividad física de intensidad moderada 5 ó más días de la semana. En 17 centros de atención primaria de Wellington (Nueva Zelanda), 1.089 mujeres fueron distribuidas aleatoriamente para recibir bien una intervención breve de actividad física conducida por una enfermera, con una visita de seguimiento a los 6 meses y apoyo mensual telefónico durante 9 meses, o bien la atención habitual.

El criterio de valoración primario fue el nivel de actividad físico evaluado al inicio y a los 12 y 24 meses; los criterio de valoración secundarios fueron la calidad de vida (la Medical Outcomes Study 36-Item Short-Form Health Survey), el peso, el perímetro de la cintura, la tensión arterial, las concentraciones séricas en ayunas de lípidos, glucohemoglobina (hemoglobina A1c), glucosa, insulina y la forma física.

La edad media de las participantes fue 58,9 ± 7 años, y al inicio, el 10% de las participantes del grupo de intervención y el 11% del grupo de control referían al menos 150 minutos de actividad física de intensidad moderada por semana. A los 12 y 24 meses, las tasas de retención del estudio fueron del 93% y del 89%, respectivamente. Los porcentajes de participantes que consiguieron al menos 150 minutos de actividad física de intensidad moderada por semana aumentó a 43% y 30%, respectivamente, a los 12 meses y a 39,3% y 32,8%, respectivamente, a los 24 meses.

En comparación con las participantes del grupo de control, las gel grupo de intervención presentaron mayores mejoras en las puntuaciones de rendimiento físico de la 36-Item Short-Form Health Survey y las puntuaciones de salud mental.

Los autores del estudio señalan que “este programa de ejercicio recetado aumentó la actividad física y la calidad de vida en dos años, aunque también aumentaron las caídas y las lesiones. Este hallazgo apoya el uso de los programas de ejercicio recetado como parte de las estrategias de población para reducir la inactividad física”.

Entre las limitaciones de este estudio están la falta de enmascaramiento de las participantes, el aumento de la actividad física en el grupo de control, el pequeño tamaño muestral que impide detectar diferencias significativas en los resultados clínicos y el empleo de una medida autodeclarada como criterio de valoración principal y de eventos adversos, con posible sesgo de recuerdo.

Los autores del estudio concluyen que “reducir la inactividad física un 10% en toda una población de atención primaria de adultos poco activos podría tener una considerable repercusión sanitaria. La mejora de los factores de riesgo modificables de la inactividad física y la obesidad a nivel de población requerirá múltiples medidas, entre ellas legislativas, mensajes publicitarios de salud pública y cambios ambientales, así como programas dietéticos y de actividad física”.

En un editorial adjunto, Steve Iliffe, del University College London (Reino Unido), y sus colaboradores señalan que “los beneficios para la salud del ejercicio son tan patentes que probablemente sea el tratamiento de autoayuda más importante”. Sin embargo, advierten de la necesidad de reducir el riesgo de caídas.

Los editorialistas escriben que “el aumento del ejercicio, generalmente sin ejercitar específicamente la fuerza muscular y el equilibrio, puede aumentar la exposición a caídas pero sin reducir el riesgo. Dado que fomentar el trote y otras actividades físicas generales pueden aumentar el riesgo de caídas (especialmente en personas con antecedentes de caídas), necesitamos un enfoque pragmático. La siguiente ronda de investigación y desarrollo debe dedicarse a tratar este riesgo”.

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