La monogamia se sustenta en parte en genes


(19/03/2008).- La monogamia o fidelidad a la pareja se sustenta sobre factores externos (sociales, culturales, religiosos y legales) pero también innatos e inherentes al propio individuo, como son los genes, según se desprende de la evidencia científica internacional que ha recogido Mara Dierssen, investigadora del Centro de Regulación Genómica (CRG) de Barcelona, para dar una conferencia sobre este asunto en la Semana Mundial del Cerebro 2008, organizada por el CRG y el Instituto de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona.

Dierssen ha recopilado ensayos de Semir Seki, Helen Fisher, Sue Carter, Tim Spector y otros que dan alas a la hipótesis de que hay genes relacionados con la tendencia de algunas especies animales, entre las que se encuentra el ser humano, a la monogamia, ha explicado la genetista a Diario Médico.

Ha destacado, en especial, un estudio publicado en Nature en 2004 que se realizó sobre dos muestras de campañoles (roedores) americanos: los Microtus Pennsylvanicus, que habitan en montes y tienen una conducta tan promiscua que no reconocen a ninguna pareja como fija, y los Microtus ochrogaster, que viven en praderas y son monógamos (no de forma absoluta, si bien es cierto que después de incursiones a otras madrigueras siempre vuelven a la propia). Analizándolos, se observó que los que presentan mayor preferencia por la pareja estable tienen los niveles de dopamina, oxitocina y vasopresina aumentados.

Dopamina 'versus' fidelidad
En el caso de la dopamina, que forma parte del sistema de recompensa, se redujo el nivel con antagonistas y, como resultado, los ratones fieles perdieron interés por la propia pareja; al administrarles un agonista, pasó todo lo contrario: aumentó su interés por una única pareja, incluso sin apareamiento previo.

Los neuropéptidos oxitocina y vasopresina redundan en este panorama al potenciar relaciones sociales positivas, apego, selección de pareja y reducción de estrés y de ansiedad y agresividad en las hembras, todo lo cual tiene que ver también con la conducta sexual y la reproducción.

Si a los roedores monógamos se les reduce la oxitocina pierden la capacidad de reconocer a su pareja (la presencia de esta sustancia en los polígamos es mínima). En uno de los genes de la vasopresina se han observado variaciones entre los roedores de campo y los de monte; si un gen de la cepa monógama se añade a la promiscua, esta se vuelve monógama. ¿Todo esto es extrapolable a los humanos? "No tenemos por qué ser diferentes".