El estudio, con un grupo de 439 personas mayores de 65 años, halló que aquellas que lograron caminar más rápido en un año tuvieron menos probabilidades de morir en los 8 siguientes. Casi el 32% de los hombres y las mujeres que aceleraron el paso murieron durante el estudio. En cambio, la tasa de mortalidad fue de casi el 50% entre los que nunca aumentaron la velocidad.
Los motivos de estos resultados son poco claros; en parte porque los autores carecían de información sobre cómo los participantes aumentaron la velocidad del andar (ya sea por una nueva rutina física o porque el tratamiento de alguna enfermedad había mejorado su funcionamiento físico). "Se necesitan más estudios para determinar si las intervenciones para mejorar el andar modifica la supervivencia", escribe el equipo dirigido por la Dra. Susan E. Hardy, de la University of Pittsburgh School of Medicine.
El estudio incluyó a adultos mayores que concurrían a dos hospitales de atención primaria. A todos se les controló la salud y el rendimiento físico cada 3 meses durante un año. El equipo analizó las tasas de mortalidad en los siguientes 8 años y halló que la velocidad al caminar durante el primer año del estudio era el único predictor de supervivencia de los pacientes. No así otras cinco evaluaciones, que incluyeron varios cuestionarios y controles de salud física.
Es posible, para el equipo, que los adultos mayores que lograron acelerar el paso tuvieran una "convalecencia" que les permitiera recuperarse de una lesión o enfermedad previas que temporalmente les restara velocidad al caminar. Otros, podrían haber hecho ejercicio o recibido algún tratamiento que les mejorara el andar. Cualquiera sea el motivo, concluye el equipo, los resultados sugieren que la velocidad para caminar sería un buen indicador de bienestar de los adultos mayores.
"Dado que la velocidad al andar se evalúa fácilmente, tiene interpretación clínica y se puede modificar, sería un signo vital útil para los ancianos", escribe el equipo.