Tópicos más frecuentes en relación con el anciano



Vejez = incapacidad, enfermedad
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Hace referencia a la creencia frecuente de que todos los ancianos padecen enfermedades y que muchos de ellos pasan la mayor parte del tiempo hospitalizados, muchos de ellos institucionalizados en centros sociosanitarios o residencias geriátricas. Cierto es que la frecuencia de procesos patológicos tiende a asociarse a la edad y esto ya ha quedado estadísticamente señalado en infinidad de ocasiones.

Sin embargo, es importante, llegado a este punto, redefinir el término
salud y relacionarlo con la población anciana. En la práctica, lejos de la clásica definición de salud de la OMS : “un estado de completa satisfacción física, mental y social y no solamente la ausencia de enfermedad” es necesario describir la salud de los ancianos en términos de funcionalidad:
  • a) en función de la presencia o no de enfermedad y
  • b) en función de cuán satisfactorio es su funcionamiento en cada una de las tres areas mencionadas ( física, mental y social).
Tal vez sea este el momento de pasar de otorgar tanta importancia a la existencia o no de enfermedad y abrir camino hacia la necesidad de prestar atención a la percepción subjetiva e individual de salud del propio anciano, así como el grado en que ésta afecta a la realización de sus AVDs (actividades de la vida diaria) y a su siempre subjetiva calidad de vida, es decir, más que prestar atención a la patología fijar la atención al grado de impedimento que ésta genera en la persona concreta que lo padece. Cómo el individuo se siente ante su impedimento. Es necesario pues relativizar la importancia de presentar o no una patología, pasando de hacer el clásico diagnóstico médico a realizar un diagnóstico funcional.

En un estudio de la Duke University, el 51% de los ancianos consideraban que su salud era buena, el 33% que era “aceptable”y solamente el 16% que era “pobre”. Por supuesto que las predicciones de los pacientes no deben tomarse como un criterio clínico, pero sí como un criterio realista de su capacidad de funcionamiento. En lo que se refiere al internamiento en centros socio-sanitarios, mientras la mayoría de la población cree que en torno a un 20-50% de los ancianos viven institucionalizados, en realidad esta cifra alcanza aproximadamente un 7% de la población mayor de 65 años y un 9% de los mayores de 75 siendo una amplia mayoría los que viven en su propia vivienda acompañados por sus familiares o en casa de estos.

Decadencia intelectual.
La dinámica intelectual juega un papel decisivo en el diagnóstico de muchos trastornos psicopatológicos y neurológicos. Las personas que poseen un mayor bagaje educativo y cultural muestran un declive menor que los individuos de niveles culturales más bajos. Psicólogos prestigiosos, como Horn y Catell, comprobaron una disminución de las aptitudes que se pueden definir como inteligencia fluida, mientras que las aptitudes que engloba la inteligencia cristalizada aumentarían.

La inteligencia general no declina con la edad, si bien es cierto que se puede dar un enlentecimiento en los procesos intelectuales. Por ejemplo, Kant legó sus mayores contribuciones filosóficas a una edad avanzada y después de sufrir una grave enfermedad; Einstein culminó su teoría sobre la relatividad también en su ancianidad y Picasso, a los 91 años de edad, podía ser considerado como el más joven de los pintores españoles.


Se suele hablar también de una
incapacidad para el aprendizaje en las personas mayores, pero lo cierto es que pueden precisar de un mayor tiempo para aprender cosas nuevas aunque no se ha demostrado que el pasar de los años sea causante de la incapacidad para el aprendizaje.

Corresponde a nuestra sociedad promover y fomentar todo tipo de alternativas en este sentido, ya que la idea hoy predominante, tanto a nivel preventivo como terapéutico, es que una de las mejores formas de envejecer consiste en que después de la jubilación se inicie el aprendizaje de una nueva tarea que abra la curiosidad hacia nuevos horizontes. Por eso hay que tener en cuenta también la influencia de otras variables como el nivel cultural, la profesión, el estado de salud, el entorno del sujeto.

Improductividad.
Los planteamientos economicistas actuales hacen que al anciano se le vea como un ser improductivo. Tanto produces, tanto mereces consideración. Ante este modo de conducirse, hay que afirmar que el ser humano no es ningún medio para conseguir riqueza, sino alguien lleno de valor en sí mismo, el ser humano tiene dignidad y no precio. No deja de resultar interesante llegado a este punto plantearse si los ancianos son personas igualmente dignas que los adultos o los niños.

Inflexibilidad.
Existe la tendencia a pensar que las personas al hacerse mayores pierden la capacidad de adaptarse a ambientes cambiantes, a hacer nuevas relaciones, etc. Lo cierto es que no encontramos diferencias con lo que fue esta capacidad en épocas anteriores de la persona.

Cambio de personalidad
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Cada persona es única y diferente, y no está demostrado que acontezca una modificación por el simple hecho de estar en los últimos años de la vida. Quizá sea más cierto que de mayor se es como se ha sido toda la vida. Que lo del viejo bondadoso, lo del viejo egoísta, lo del viejo intolerante, el viejo cascarrabias, lo del viejo comprensivo y consejero son solamente mitos.
Un joven estúpido dará como resultado un viejo estúpido, un joven amable e inteligente dará un viejo amable e inteligente. Cada uno envejece como ha sido toda su vida. La conclusión más válida y general que puede extraerse de las últimas investigaciones al respecto es que en las personas sanas y adaptadas la personalidad tiende a permanecer estable durante toda la vida.

Desapego.
A medida que el sujeto envejece se produce un decrecimiento en su interés vital por las actividades, personas y objetos que le rodean, se produce un apartamiento en la interacción social así como una separación gradual de la vida de los demás disminuyendo sus compromisos emocionales y perdiendo interés por los problemas ajenos para centrarse más en los suyos propios. Estudios realizados últimamente demuestran que en un entorno positivo las personas mayores prefieren la actividad y el contacto con otras personas más que el desapego y el aislamiento. Si bien es cierto que las personas que toda su vida evitaron el excesivo contacto social, lo evitarán igualmente.

Sexualidad inexistente.
Durante años se ha creídpo, de forma errónea, que no existían actividad ni interés sexuales en la vejez, o que cuando se producían eran de tipo morboso y patológico (“el viejo verde”). Hoy se admite que la vida sexual persiste y se transforma constantemente a lo largo de toda la evolución individual, y sólo desaparece con la muerte.


Sin embargo, la vida sexual de los ancianos es un tema mal conocido en nuestro ámbito sociocultural y sigue pesando sobre ella un tabú social muy marcado. Se produce el entrelazado de dos temas tabú: la sexualidad y el envejecimiento lo que convierte este tema en especialmente conflictivo, no por ello debe dejarse de lado. Esta visión puritana de la sociedad despliega sus aspectos moralistas en conceptos tales como que la sexualidad en los ancianos no es ni posible ni necesaria y si ocurre, no es normal.

Esta moral puritana impone al tiempo la prohibición de verbalizar este deseo, lo que implica que a la angustia proveniente de la conflictiva individual se le suma la imposibilidad de buscar ayuda. Con la pareja no se habla del tema, se hace o no se hace, pero no se habla. Con los amigos no se habla por vergüenza y temor al ridículo. Los hijos no suelen ser buenos receptores de estos conflictos por generarles también gran angustia. A nivel religioso se recomendará generalmente resignación.


En general, en lo tocante a la sexualidad, se produce un declive , más o menos acentuado, entre los sesenta y los setenta años. Por otro lado, en las mujeres, el papel pasivo, la sexualidad inhibida y así educada durante décadas, deja paso a una actitud de resignación y a la aceptación pasiva de un rol de simple objeto sexual del marido. Por este motivo muchas de ellas viven la interrupción de la sexualidad como un alivio, una liberación del sometimiento sufrido durante gran parte de su vida.
Las modificaciones experimentadas en el envejecimiento y que en algunos casos pueden representar molestias para la práctica de la sexualidad, son utilizadas en ocasiones, como motivo para interrumpir las relaciones sexuales, especialmente en mujeres que durante toda su vida se han tomado la sexualidad como un “deber conyugal”.

(Continuará...)

Autor: Cristina Muñoz Alustiza