Cenas desordenadas


Modificar la conducta alimentaria de una familia para lograr unos hábitos saludables supone un gran esfuerzo para todos los miembros.

(05/10/2007). Hoy en día, la imagen que refleja la cotidianeidad en muchos hogares son las cenas desordenadas y desproporcionadas de adolescentes. Es un desorden que se traduce en horarios irregulares y en falta de disposición para cenar todos los miembros de la familia juntos y a la misma hora. Este desbarajuste, una mala costumbre en hábitos alimentarios que están adquiriendo los pequeños, tiene consecuencias evidentes e inmediatas. La falta de criterio en la planificación de una cena adecuada y saludable, tanto en el orden de los platos (p.ej.: empezar por el postre) como en el tipo de alimentos para elegir y la cantidad a consumir, se refleja en la calidad nutritiva de esta comida tan importante del día, que deja mucho que desear.

Tan importante como el resto de comidas

El picoteo de embutidos y quesos para cenar y los platos rápidos precocinados como pizzas y croquetas ya no son una comida excepcional, sino que se están convirtiendo en algo cotidiano. Además, suelen ser los más pequeños los que, con su empeño, deciden lo que quieren cenar. Aunque hacer ese tipo de cenas de forma habitual no es lo más adecuado, ya que no aportan el mejor perfil nutritivo, los padres acaban consintiendo muchos de estos caprichos.

Los niños y jóvenes, delante de este tipo de comidas apetitosas para su gusto, tienden a comer más cantidad. La desproporción de grasas de estos alimentos no hace más que distorsionar el aporte de energía y nutrientes totales del día, así como la distribución en las distintas tomas, sobrecargando de calorías las cenas.

La cena merece considerarse como una comida tan importante como la del mediodía, a la que hay que prestar tiempo y dedicación para planificarla y compaginarla, desde el punto de vista nutritivo, con el resto de ingestas del día.

Motivos del desorden en las cenas

Las cenas son contempladas por muchas familias como el único momento de encuentro familiar del día. Esta reunión en torno a la mesa cobra aún más importancia si los hijos e hijas comen en el comedor escolar o los progenitores comen fuera los días laborables. Así, se aprovecha el tiempo de la cena para estar en familia. Sin embargo, la falta de previsión de aquello que se va a cenar cada día, unido al poco tiempo disponible para cocinar y a las pocas ganas de preparar platos con sartén o puchero, hace que las cenas sean cada vez menos elaboradas y más informales y desordenadas.

Además, el hábito de omitir la merienda es un desacierto que repercute negativamente en los hábitos alimentarios de los niños, dado que todas las comidas del día conforman el puzzle de una alimentación infantil saludable. Desde la hora de la comida hasta la de la cena, los niños pasan muchas horas sin comer, lo que causa que lleguen a la cena con mucha hambre y coman sin control.

Los padres y madres, una vez conscientes de las posibles repercusiones negativas de este tipo de alimentación, deberían plantearse dar los primeros pasos, como la disciplina y perseverancia en una educación alimentaria saludable, así como la elaboración de un plan de menús de comidas y cenas coherente con las necesidades energéticas y nutritivas de los más pequeños.

En definitiva, son los padres los primeros responsables de la alimentación de sus hijos y quienes deben poner los límites entre lo que los niños quieren y lo que deben comer.