Dieta de la tercera edad


Especialistas en nutrición alertan sobre el abandono del consumo de cereales, legumbres, verduras y hortalizas en la dieta de las personas mayores. Su consumo ha bajado en un 50 por ciento en los últimos 40 años y advierten que de continuar a ese ritmo “prácticamente dejarían de consumirse en el año 2030”.

“Lo que verdaderamente protege el cerebro de todas las personas es una dieta sana y variada. Sin embargo, en la población anciana hemos observado un déficit importante en el consumo de alimentos esenciales como son los cereales y las legumbres. En los últimos 40 años se ha reducido a la mitad su consumo. De proseguir esa tendencia prácticamente dejarían de consumirse en el año 2030”. Así lo ha alertado la doctora Ana María Requejo, catedrática de Nutrición de la Universidad Complutense de Madrid, en el transcurso del seminario informativo “Nutrición y cerebro, alimentar las neuronas durante toda la vida” celebrado en la localidad alicantina de Altea.

Esta especialista también se mostró preocupada por la reducción de la ingesta de frutas en este grupo poblacional, “ya que sólo consumen entre el 60-70 por ciento de la aconsejable para su edad. Con las verduras y hortalizas sucedería algo similar que con las legumbres sólo que más tarde en el año 2070”, recalcó Requejo.

En la actualidad el papel de los nutrientes en el cerebro se ha convertido en una de las áreas principales de estudio científico, así en los últimos años los especialistas han puesto de manifiesto la importancia de la dieta como medida encaminada a conseguir un mejor funcionamiento cerebral al intervenir en el crecimiento y desarrollo del sistema nervioso en embarazo y primeras etapas de la vida (con mejor rendimiento mental y funcional) y como medida preventiva para evitar la aparición y progreso de enfermedades del sistema nervioso central y deterioro cognitivo en etapas posteriores de la vida.

De ahí, según explico la experta nutricionista, la dificultad de diseñar una dieta para personas mayores, “porque hay que compaginar menor ingesta de alimentos y de calorías, con la garantía de suficientes nutrientes. Por eso se hace necesario una educación nutricional que contribuirá a una buena salud integral tanto desde el punto de vista de la prevención de enfermedades como desde la perspectiva del desarrollo y bienestar físico y cognitivo”.

Ana María Requejo considera que es fundamental argumentar la razón por la que se aconseja consumir determinados alimentos para mejorar las pequeñas carencias de vitaminas, minerales y algunos ácidos grasos que pueden llegar a tener una influencia decisiva en la vida.

En esta misma línea, la holandesa Nathalie van der Put, especialista en nutrición de Unilever, se refirió al nutricional entre los factores que incluyen en el desarrollo cognitivo. “La nutrición puede mejorar las funciones mentales en adultos y conservar más tiempo la funcionalidad de las neuronas. Es importante para el funcionamiento óptimo del cerebro”, apostilló.

Ácidos grasos para evitar enfermedades
Los ácidos grasos omega 3 y omega 6 resultan determinantes en el desarrollo cerebral hasta tal punto que pueden condicionar una mejor o una peor capacidad visual y ayudar a evitar enfermedades como el Alzheimer o la esquizofrenia”, explicó, por su parte, Pablo Sanjurjo, pediatra del Hospital de Cruces y catedrático de la Universidad del País Vasco (UPV).

“El pescado azul se configura como el alimento más adecuado para realizar aportes de omega 3 a nuestro organismo. Entre dos y tres raciones semanales de este alimento pueden ayudar a prevenir la depresión post parto (si lo consumen embarazadas), una pronta maduración del patrón del sueño de los lactantes o disminuir el riesgo de sufrir trastornos bipolares en la adolescencia”, apunto Sanjurjo, para quién “un aporte adecuado de energía, proteínas, ácidos grasos (ALA, EPA y DHA), hierro, zinc, cobre, yodo, selenio, vitamina A, colina y folatos es fundamental para conseguir un buen desarrollo y funcionamiento del cerebro y del sistema nervioso en general.

Rosa Ortega, catedrática de Nutrición de la Universidad Complutense de Madrid, consideró que ya desde la gestación debe buscarse un equilibrio nutricional que contribuya al desarrollo cerebral del feto. “Casi la mitad de los niños tienen funciones por debajo de lo genéticamente programado. Una alimentación no del todo correcta puede haber influido en ello”, apuntó.

En su opinión, el control que se realiza sobre las embarazadas hace demasiado énfasis en el peso, “en lugar de una adecuada ingesta de nutrientes. Esto tendría que ser fundamental ya que influiría decisivamente, sobre todo en la fase final del embarazo”, reconoció la nutricionista.

Nutrientes esenciales
En condiciones normales el cerebro consume un 20 por ciento del oxígeno que necesita el cuerpo para funcionar. Este proceso exige un 25 por ciento de glucosa, pero además otros nutrientes esenciales como diversos hidratos de carbono, grasas, vitaminas y minerales que son imprescindibles para el mantenimiento de un correcto funcionamiento del sistema nervioso.

Según señala Sanjurjo, “hoy se sabe que el paso de información entre las neuronas exige consumo de energía por lo que un menor aporte de ella –a través de la alimentación– puede afectar a la capacidad de transmisión neuronal y por tanto mermar las capacidades cognitivas cerebrales. Pero cada vez es más evidente que pequeñas carencias de vitaminas, minerales y algunos ácidos grasos pueden tener una influencia decisiva en estos aspectos funcionales”.

Los expertos aseguran que los alimentos ingeridos durante los primeros 10 años de vida de una persona pueden promover un mejor desarrollo cerebral. En este sentido cabe destacar los estudios sobre el desayuno infantil y rendimiento escolar y se ha confirmado que una ingesta pobre de nutrientes esenciales afecta al nivel de atención y de memoria.

Por eso abogan por una educación nutricional desde la más tierna infancia hasta la vejez que impulse una dieta variada que combine los buenos alimentos de siempre en el caso de los niños (legumbres, verduras y frutas), y en los mayores con las vitaminas y minerales, cuyo suplemento se justifica cuando escasean los alimentos, caso de las vitaminas D y E y los ácidos grasos DHA y ALA de la familia de los omega 3.