Crisis global y sanitaria, ¿iguales?



Magnífico artículo del Sr. Francesc Moreu, gestor sanitario.


La crisis económica global no es la causa de la crisis del sector sanitario, que en ocasiones se escuda en la primera para evitar tomar algunas medidas que, a juicio del autor, son a estas alturas imprescindibles, como despolitizar la toma de decisiones y cambiar el modelo de financiación.

Este verano pocas noticias tranquilizadoras han llegado respecto a la salida del túnel de la crisis; al contrario, éste parece más largo y negro tras las vacaciones. La magnitud del problema es de tal calibre que se hace difícil imaginar que un simple cambio de tirios por troyanos pueda ser la solución ante una situación de emergencia nacional como la que estamos viviendo, que precisa, en mi opinión, de un pacto de Estado, de un gobierno de salvación nacional donde estén todos para intentarlo. Si nos centramos en la sanidad, es cada vez más evidente que su crisis no puede tratarse al margen del resto de problemas que nos agobian. Repasemos las principales claves del abordaje global de la crisis en que la reactivación económica sólo se producirá como consecuencia del éxito en su tratamiento y en un horizonte que, en el mejor de los casos, superará la década.
Para la regeneración de la democracia y de la manera de hacer política, necesitamos estadistas, no políticos. Hay que repensar el Estado de las autonomías (básicamente, gestoras descentralizadas del Estado de Bienestar), y revisar de acuerdo con nuestras posibilidades pero con la máxima ambición el contrato social y el modelo de sociedad del bienestar que lo materializa, lo que implica repensar el modelo sanitario, el educativo a todo nivel, el de las pensiones y las prestaciones sociales, que deben contemplarse como un todo y no como piezas aisladas.

Necesitamos el aggiornamiento de la Administración y la función pública, así como de las reglas del juego del sistema financiero y del ecosistema laboral que, entre otras cosas, reparta de forma más equitativa a corto plazo los costes de la crisis y a largo facilite la ambición del citado contrato social y, en definitiva, encontrar nuevos nichos de mercado reajustando en función de ello nuestro modelo de producción y de servucción basada en la innovación; para todo ello, seguramente lo más difícil es infundir a la sociedad española una nueva escala de valores basada, entre otros factores, en el esfuerzo, la meritocracia, la honestidad, el espíritu emprendedor y la solidaridad. En este contexto debe situarse la crisis del sector salud y su posible salida, crisis influida por supuesto por la general pero que desde hace tiempo venía apuntando un déficit estructural ante el que se cerraba los ojos por mor de la bonanza general y de la pereza de abordarla por los costes políticos.
Ajustar el déficit
El panorama de hoy no es muy alentador. Deberá seguir el proceso de ajuste del déficit público (ahora además, incomprensiblemente, obligación constitucional) que, ante la nula expectativa del crecimiento de los ingresos, deberá todo fiarlo en la contención del gasto que, en el caso de las comunidades autónimas, recae en dos terceras partes como mínimo en las prestaciones del Estado de Bienestar.Si es cierto el enunciado del problema global, las medidas en el sector salud deberán seguir el mismo guión que el abordaje de la problemática general. En lo que respecta a la regeneración de la política, sería bueno de una vez por todas el olvidarnos de los nuestros y empezar a pensar en los mejores, sean del color que sean. También lo sería convertir el Consejo Interterritorial en el verdadero ministerio, plantear éste y las consejerías de salud desde una óptica transversal con visión de product manager sobre todo aquello que tenga impacto en salud.
Economía estructural
Otras medidas en la misma dirección engloban financiación finalista de la póliza pública básica basada en la economía estructural y no en la cíclica; gravamen específico coyuntural (¿patrimonio?) para las grandes fortunas durante un periodo no inferior a cinco años para financiar el diferencial entre lo que el sistema puede aportar y lo que se precisa para mantener la situación actual y proteger así a los más desfavorecidos durante el periodo duro de la crisis; no más provisión pública y la que haya someterla al derecho privado con personal laboral implicado y comprometido con incentivos profesionales y económicos; empresarializar la gestión mirando al futuro y no al pasado de la gestión empresarial, y ajustar la póliza pública a las posibilidades de financiación, por lo que además de actuarse sobre la provisión, se debe incidir sobre el aseguramiento y los contenidos de su póliza favoreciendo el trabajo en red público-privado en ambos aspectos.
Por último en este repaso de urgencia, replantear el modelo de producción también es urgente para el sector salud. Tanto el modelo de atención primaria, que debe potenciar su rol de core business del sector, como el de los hospitales, ajustándose a su rol bicéfalo de tratamiento de enfermos agudos y del abordaje de los crónicos, deben ser revisados en conjunto con el modelo sociosanitario, que debe desaparecer como espacio estructural diferenciado.
El próximo año ya no hay quien lo arregle y todos los esfuerzos deben ir encaminados a minimizar el impacto para los ciudadanos del ajuste y a poner la base del modelo de futuro. No estaría de más considerar la conveniencia de un Pacto de Toledo para la salud con una metodología inspirada en una dinámica de trabajo similar a la que en su día se utilizó en la Comisión Abril Martorell. Lo que no podemos es continuar colocando parches a una situación que a corto plazo es mucho más preocupante que la de las pensiones; éstas continúan teniendo superávit y un fondo de reserva considerable, mientras que la salud arrastra un déficit consolidado de más de 18.000 millones de euros que no hacen más que crecer y, lo que es más grave, si pusiéramos el contador a cero sin revisar el modelo, en poco tiempo volveríamos a estar como ahora.
Veremos que nos proponen ante el 20N.Para la regeneración de la democracia necesitamos estadistas, no políticos.
Via: diariomedico.com