Los antiinflamatorios, sobre todo los conocidos como AINE
(anti-inlamatorios no esteroideos), son un grupo de fármacos muy utilizados en
la práctica clínica habitual por los médicos, aunque es bien conocido su uso y
abuso por la población general, que no tiene conciencia de que la toma de estos
fármacos por rutina puede conllevar graves consecuencias para la salud.
Estos fármacos se
encuentran entre los que más se consumen en el mundo, sin embargo un uso
inadecuado de ellos puede desencadenar desde problemas gástricos a provocar de manera
específica complicaciones digestivas, cardiovasculares, renales, hepáticas y
hematológicas.
En conjunto, los
AINE ocupan un lugar destacado en las ventas de medicamentos, con más de 40
millones de envases vendidos de media, según los datos de 2009 del Ministerio
de Sanidad; siendo los más usados los tradicionales (como el naproxeno, el
ibuprofeno o el diclofenaco) y los antiinflamatorios inhibidores selectivos de
la ciclooxigenasa 2 (Cox2); aunque también se encuentran en esta denominación
los COXIB y el ácido acetilsalicílico.
En general podía
decirse que se usan para tratar el dolor que cursa con inflamación, aunque la
gran variedad de moléculas conlleva que se multipliquen las indicaciones y, del
mismo modo, los riesgos. Ninguno está exento de riesgo y los perfiles
de riesgo de los pacientes y las diferencias que existen entre AINE obligan a
individualizar su uso en función del tipo de patología de base, las
características del paciente y la experiencia del médico.
Con la aparición de
los COX2 se pensó que se había conseguido dar con la formulación de una
molécula que acabara con algunos de sus efectos adversos, sin embargo la
diferencia que se pensaba en un principio era menor de la que luego se ha
visto. A la larga se ha visto que los Cox2 tienen efectos adversos
parecidos a los tradicionales, que se suponía que provocaban más.
CUIDADO CON LAS INTERACCIONES
No se trata de
demonizar los antiinflamatorios que han aliviado y mejorado la calidad de
vida de muchos pacientes en momentos puntuales. Las indicaciones
de estos fármacos son múltiples, desde el dolor de origen musculoesquelético o
neurológico hasta la dismenorrea, traumatismo y dolor postquirúrgico.
El problema es que se ha estandarizado su uso lo que ha provocado el
abuso de estos fármacos tanto entre los crónicos como en la población general,
cuando lo recomendable sería utilizarlos en ciclos cortos y a la dosis más
bajas posible, siempre dentro de su rango de eficacia, y bajo prescripción
médica, ya que eso aseguraría el control sobre posibles complicaciones.
Los efectos
adversos y la gravedad de los mismo - que pueden ser muy graves - dependerán del tipo de molécula y de la dosis dependiente; además no solo hay que ver los efectos adversos, también hay que tener en
cuenta la interacción que tiene con otros medicamentos, la edad del paciente y
si tiene ya daños renales o otras patologías.
Se recomienda que se tomen durante un máximo de 48 o 72 horas, no obstante en algunos casos se puede administrar durante mas tiempo, aunque hay
que tratar de no pasar en ningún caso de los 7 días seguidos. De hecho,
varios estudios han mostrado que existe un riesgo mayor de complicaciones
gástricas, cardiovasculares y renales incluso cuando se usan en tratamientos de
corta duración.
Hay que tener en
cuenta que en ningún caso curan, solo palían la sintomatología, lo que hace que la
recomendación debe ser únicamente en procesos agudos y, por tanto, no se
deberían tomar si no es preciso. Por otro lado, lo recomendable es que se
vendan con receta médica, debería ser obligatorio presentar en la
farmacia una receta médica al retirar un antiinflamatorio.
Como ejemplo de
enfermedad donde su uso es habitual podemos señalar la artrosis, una enfermedad degenerativa
de las articulaciones, donde tanto los Cox 2 como los tradicionales son
pautados asiduamente. Aquí no estaría indicado tomar antiinflamatorios de
forma crónica, primero porque no curan y segundo porque como la toma se da a
largo plazo tiene más posibilidades de que se produzca un efecto adverso no
deseable.
EL MAL CONTROL AUMENTA EL GASTO SANITARIO
Lo cierto es que se
puede decir que directamente los efectos no son provocados por la toma de
AINE pero indirectamente sí, por eso hay que denunciar el fácil acceso que la
población tiene a estos fármacos, que generalmente sobrepasa los canales
sanitarios; y es que no es raro ver a alguien pedir un ibuprofeno en la barra
de un bar o entre compañeros en la oficina.
No lo
deberíamos consentir. Si no se acota
esta libre disposición en defensa de la salud de la población debería de
hacerse, al menos, por el gasto hospitalario que suponen los efectos adversos.
El
pasado noviembre la revista 'The American Journal of Managed Care' cuantificaba
el impacto de los efectos adversos causados por estos fármacos a partir de la
revisión de estudios y meta-análisis publicados. Así se observó que más de
100.000 pacientes son hospitalizados cada año por complicaciones
gastrointestinales relacionadas con el uso de los AINE en Estados Unidos y unas
16.500 personas mueren anualmente de estas complicaciones.
El coste de
los efectos adversos es desconocido se sospecha que pasa de miles de
millones. Aunque se han hecho estudios de forma puntual no existe
una valoración global, lo es comprensible porque no hay registros de sospecha
sobre las patologías que desencadenan los efectos adversos de la toma de
antiinflamatorios.
El estudio estima
que el gasto directo asociado con complicaciones gastrointestinales
relacionadas con el uso de los AINE se encuentra entre 1.800-8.500 dólares
(1.315-6.213 euros) por pacientes y hospitalización; mientras que en la gente
mayor, los costes médicos asociados a los mismo eventos superan los 4.000
millones de dólares anuales (casi 3.000 millones); mientras que los costes
medios respectivos asociados a un incremento en el riesgo de hospitalización
por infarto de miocardio o fallo cardiaco supera los 10.000 euros (7.300
euros).