Diabetes y Prediabetes


A pesar de que la diabetes es una enfermedad de la que se habla poco, crece a pasos agigantados sin discriminar sexo ni edad. Actualmente, el 6% de la población mundial padece diabetes, de los cuales el 90% tiene la de tipo II. En nuestro país se estima que hay unas 2 millones de personas con esta enfermedad. Solo la mitad sabe que la padece, y sigue un tratamiento. El resto, desconoce que su vida se está acortando. Según la OMS, la diabetes seguirá aumentando, y se calcula que para el 2020 la cifra se duplicará, convirtiéndose en una de las principales pandemias a las que deba enfrentarse la humanidad. Esto siempre y cuando no cambiemos nuestros malos hábitos.

En todas las enfermedades hay un factor genético, un factor de medio ambiente y causas que lo desencadenan. Si bien hay una predisposición hereditaria a desarrollar diabetes de tipo II, está comprobado que determinados factores, tales como la obesidad, exceso de peso, colesterol elevado, hipertensión arterial y sedentarismo, contribuyen a que se origine la enfermedad.

Hace diez años se decía que la diabetes I era más común en los niños y jóvenes, mientras que la de tipo II incluía al adulto de más de 45 años. Hoy en día se pueden ver casos de diabetes II tanto en jóvenes que rondan los veinte años, como en niños. La principal causa de la enfermedad a tan temprana edad es la de llevar una vida con hábitos poco saludables, consistentes en una mala alimentación – con mucho hidrato de carbono y grasas- y poca actividad física. Según el Ministerio de Sanidad, casi la mitad de la población mayor de 18 años, de ambos sexos, presenta exceso de peso, lo que los convierte en un grupo de riesgo para contraer esta temible enfermedad.

Llevamos una vida que es cada vez más sedentaria, donde el cambio tecnológico se mueve a una velocidad terrible, que hace que el cambio de hábito que conlleva se produzca más tarde. Por lo tanto, hay un desfase. Estamos en el siglo XXI, pero nos alimentamos como si estuviéramos en el siglo XX. En muchos hogares se sigue cocinando con mucha grasa e hidratos de carbono, a la vez que cada vez se realiza menos actividad física, por lo que hay menos gasto energético. Para evitar esto, siempre tiene que haber un equilibrio entre lo que se come y lo que se gasta de energía. Hoy en día vivimos, además, dentro de una vorágine donde el "no tener tiempo" suficiente se transforma en una constante que nos lleva a adquirir hábitos pocos saludables, como el consumo de comida basura, cuya materia prima –casi siempre- es de dudosa calidad. Seguramente que el tiempo libre que tienen los jóvenes de hoy sea menor al que tenían los de hace veinte o treinta años. Es probable que ese tiempo libre vaya disminuyendo y que la calidad de vida de cada una de las personas que vive sobre todo en áreas urbanas también disminuya.

El trabajo urbano y el poco tiempo libre también han favorecido el desarrollo de diabetes II, obligando a gran parte de la población a cambiar drásticamente su dieta alimenticia, consumiendo alimentos "baratos" –como harinas, pastas o legumbres- que suelen tener muchos hidratos de carbono (uno de los principales enemigos de esta enfermedad) y que son poco saludables.

La diabetes mellitus de tipo II es el resultado de una alteración del metabolismo de los hidratos de Carbono, debido a la deficiente producción de insulina (a diferencia del tipo I, que es muy escasa o nula), que no trabaja adecuadamente, por lo que no es capaz de aprovechar el azúcar como es debido. Como consecuencia de ello se producen alteraciones en el metabolismo. La diabetes II es una enfermedad metabólica que tiene un efecto cardiovascular, donde hay que observar al paciente en su conjunto. Lo importante es que el paciente la padece, porque tiene una enfermedad que hay que tratar en su conjunto, física, psíquica y anímicamente. La diabetes de tipo II es una enfermedad crónica, que no tiene cura, pero que puede prevenirse o, al menos retrasar su aparición. Si bien es cierto que crece a pasos acelerados en nuestra sociedad, también lo es el saber que lleva varios años de incubación hasta que se desencadena. A esta etapa se la llama prediabetes, que es cuando se tiene la glucosa en la sangre por encima del valor normal pero por debajo de los valores que se consideran como diabetes. Dura entre 6 y 7 años y es clave para disminuir el riesgo de contraer diabetes II en un futuro, y así también una enfermedad coronaria. Se puede volver, incluso, a tener concentraciones normales de glucosa en la sangre. La hipertensión, hígado graso, el colesterol alto y la obesidad suelen ser señales de alarma de una prediabetes. El primer indicio de que algo anda mal es el sobrepeso, que se asocia a una situación que se llama "síndrome metabólico", que acarrea trastornos con la insulina, ya que la persona debe fabricar más insulina de la que cuenta para mantener el control de la glucemia en niveles bajos. Al principio, el páncreas le hace frente al aumento de la demanda produciendo más insulina. Sin embargo, con el paso del tiempo pierde la capacidad de secretar suficiente insulina en respuesta a las comidas. La persona que tiene obesidad fabrica más insulina de la cuenta para mantener el control de la glucemia en niveles normales. Para una persona que tiene un cuadro prediabético el síntoma más claro es que los pantalones no le quedan como antes, por la acumulación de grasa en la cintura. La balanza, el espejo y el cinturón tienen la medida más clara para entender por qué camino se está yendo. A ellos no se les puede mentir. El perímetro abdominal es una estandarización. Mujeres con más de 80 cm de cintura tienen riesgo de padecer diabetes o síndrome metabólico mientras que en el hombre ronda los 94 cm. De 102 para arriba ya es riesgo muy elevado.


La diabetes se trata en cuatro frentes, dieta, educación, actividad física y medicación. Lo importante es que esta enfermedad hay que tratarla en su conjunto, abarcando al paciente en su totalidad. A diferencia de otras enfermedades, la medicación por sí misma no logra el efecto deseado. Quedarse sentado "esperando" mejorar o pensando "que sea lo que Dios quiera", no lo llevará a ningún lado. El médico puede ayudar, pero que el tratamiento llegue a buen puerto dependerá sólo del paciente. El tratamiento en el paciente es el cambio en el estilo de vida, que consiste en medicamento, dieta, y actividad física. Si no cambia su estilo de vida, no tenemos ningún tratamiento posible. La mayoría de los pacientes cuando hacen cambios en su estilo de vida ven que su organismo automáticamente hace un efecto dominó: baja el azúcar, la hipertensión y el sobrepeso.

Es fundamental que la persona haga una actividad física que le resulte gratificante, de lo contrario, la comenzará y abandonará. Es indispensable además, realizar previamente un chequeo cardiológico. Lo más importante que debe hacer una persona con diabetes para controlar su enfermedad es conocerla, saber acerca de sus propios síntomas y de las estrategias farmacológicas y no farmacológicas para lograr un control clínico y metabólico. Así se previenen complicaciones crónicas graves y se puede tener una calidad de vida similar a las personas sin diabetes.

La expectativa de vida de un paciente con diabetes bien controlada es prácticamente la misma que la de una persona sin diabetes de su misma edad, sexo y condición económica.